Apuntes para una biografía de Keiko Fujimori: irrumpió en la política como cómplice de su padre a los 20 años de edad, ocupando un “cargo” que no existe, cargo fantasma el de primera dama. Se trata de una denominación con la que se distingue a la esposa de un presidente. No a la madre, a la tía ni a la hija, calificativo protocolar que solo corresponde a la esposa. Fue Keiko, por lo tanto, una impostora al aceptar el lugar de su madre con el agravante que había sufrido vejámenes y humillaciones al retirarla su padre de palacio, en un acto de imposición abusiva. Qué se enteren los jóvenes que no vivieron esa época. 

El presidente Fernando Belaunde no usó esa forma de honrar a su pareja Violeta Correa en su primer gobierno y solo lo hizo cuando contrajo matrimonio con ella en su segunda gestión. Ni Alan García cometió el desparpajo de endilgarle ese calificativo de honor a su amante con la que había tenido un hijo y había hecho pública su relación en conferencia de prensa. Keiko, ñata de felicidad, aceptó con descaro ser “la primera dama”.

Cierta vez el presidente Fujimori faltó a un compromiso y culpó su ausencia al bacalao que había comido y le había descompuesto el cuerpo. Por algún tiempo la memoria popular atribuía con sorna las mentiras del presidente al bacalao.

Keiko recibía en sus propias manos el dinero del estado destinado a los estudios de ella y de sus hermanos y recibió también, al concluir la universidad, miles de dólares de las arcas estatales, para que viajaran por todo el mundo. Operación que el presidente intentó justificar con la ridícula venta de una pequeña casa que contó como siempre con la venia del bacalao.

¿Se acuerdan de la rifas de Keiko, de las polladas, de los contantes y sonantes aportes supuestos de sus partidarios? No olvidar los actuales concursos, con sus respectivas coartadas, los cócteles millonarios, las entidades extranjeras de mano abierta que supuestamente la forran de dinero; de sus viajes por el país, durante años, entregando dádivas, a cambio de votos, con las que corrompe a las poblaciones más necesitadas. Y no olvidar al obsequioso “Factor K”. No me refiero a PPK, el de la perra frase, me refiero a la yuca, otro de sus iconos, recurso con el que ha engatusado al jurado nacional de elecciones. Y encima, Keiko se viste todos los días con trajes de las diversas regiones andinas como si se tratara de disfraces.

La trayectoria política de Keiko ha transcurrido toda su vida entre el bacalao y la yuca, sus dos mascotas preferidas.