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Tito Hurtado y sus otras disquisiciones

Publicado: 2012-08-04

Antes de referirme a Tito Hurtado, quiero contarles mi experiencia en el oficio cuando descubrí dos modos de asumir la escritura al ejercer el periodismo. Viene al caso ahora que nos reunimos a comentar su libro Otras disquisiciones, a celebrar y agradecer el placer que nos ha deparado su lectura.

A fines de la década del 50, el decano de la prensa limeña, publicaba El Comercio Gráfico, su edición de la tarde que dirigía Manuel Jesús Orbegoso. Recuerdo que, por entonces, con César Calvo intentábamos hacer periodismo, así que nos presentamos a buscar chamba. Orbegoso nos dio unos temas para que escribiéramos y al entregar la prueba, después de leerla, nos dijo que no era periodismo lo que habíamos hecho, era literatura. Terminó dándonos la comisión de poner leyendas a unas fotografías, a manera de ejercicio y de hacer méritos. César optó luego por dedicarse a la diagramación, aprendió rápido y trabajó algún tiempo. Como faltaba y llegaba a menudo tarde a la redacción, meses después, al abandonar el diario, publicó un libro de poemas de amor que título Ausencias y retardos, extraído de su boleta de pago. Yo me cansé antes que él y abandoné las prácticas a los pocos días. Pasó el tiempo y décadas después, acudí a una llamada de César Hildebrandt para hacerme cargo de la columna" La Quinta Espada" en la revista Visión del Perú, le manifesté de entrada a César, por decir algo recordando a Orbegozo, que yo tenía un estilo literario. Precisamente por eso te he llamado, me dijo. Comprendí ese día que existían dos corrientes bien marcadas de sentir el periodismo cuando palpita en las venas.

Yo soy un lector convicto y confeso de Tito Hurtado. Disfruto leyéndolo. Soy partidario de esa prosa periodística que no solo busca la comunicación y la concisión sino también la belleza. Aquella que está nimbada de imágenes, de metáforas relampagueantes, de ironías y de gracia, aderezada de figuras literarias que retornan remozadas con traje nuevo, con otra piel, sin descuidar las ideas ni que ellas nos descuiden a nosotros. Por eso lo leo. Es una fiesta cada página. Nada sobra ni hay párrafos desechables. Uno vuelve a los libros de Tito como quien vuelve a oír una pieza musical que le ha gustado, o a ver una película que lo impresionó, o a sentir un sabor que le ha dejado un gusto cocido en el paladar y que uno quiere volver a disfrutar. Su prosa está hecha de la misma materia prima que se hace la poesía, leamos: “Impreso en papel amarillo y tibio; la clase de papel cremoso sobre el cual grullas de plomo dejaron mínimas huellas. “Avaro con el marfil de su sonrisa, el hombre retrocede y zozobra en la noche tiznada de la cocina”. “El tiempo ha pasado, regresa y trae al mesero con un plato que viaja como una chimenea sin barco”. “Umbral descorcha la palabra y deja que la frase fluya”. El poeta César Calvo decía que lo más parecido a cocinar es hacer el amor. Y la escritura de Tito Hurtado tiene mucho de cocina y de amor en el quehacer. Para esta tarea se necesita pasión e inspiración: estoy seguro que las sumas musas descienden de las estrellas y le susurran al oído, igual que cuando las olas del mar depositan su música en las caracolas. Diríamos que Tito escribe en estado de gracia, tiene ángel. Se resiste a que lo llamemos escritor. Él se declara periodista. Enaltece la profesión, la corteja coma una novia apetecible, la prefiere. Le otorga la más alta categoría. Aceptemos que sea así. Pero no podemos negar que es uno de los grandes periodistas, de la estirpe de García Márquez, en Colombia; de Umbral, en España; de Abraham Valdelomar, en el Perú. Y por coincidencia los cuatro son también grandes escritores. La lista continúa: Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui, Federico More, César Hildebrandt, Gregorio Martínez, Eduardo Gonzales Viaña, sólo por mencionar algunos nombres que el tiempo no olvida, y otros que gravitan en nuestros días, hacen historia y honran la profesión. En el arte de escribir Tito es inimitable y el estilo es Tito Hurtado. Sólo él puede ser él. Mientras escribe no deja de jugar. Cuando lo leo yo me siento en mi salsa, lo hago a menudo para abastecerme de fuerza y alegría. Podríamos compararlo con Messi del Real Madrid. Él mismo lo declara, como un crack entrevistado antes del partido: entra a la página a jugar los noventa minutos. Deja sentir en su prosa el aire callejero. Habita en su corazón un palomilla de barrio que pugna por salírsele, pero que está bajo control. Inserta a su prosa lenguaje popular con una maestría que la embellece y enriquece, sin empañar su refinamiento. Alude con un humor punzante y saludable a su libro anterior: ”Pago de letras pasó a la segunda vuelta”. De este modo convierte la frase de uso cotidiano, el lugar común, dentro de texto y contexto, en una flor. Una manera fina y agradecida quizás de rendirle homenaje secreto al bolero y a su ídolo favorito Javier Ortiz. Dicho de otro modo, Tito Hurtado es una síntesis de lenguaje culto y lenguaje popular como si dijéramos la fusión de Góngora y el habla de la calle. Toma con finura lo que es del pueblo y lo devuelve a él. Se vale como recurso de un dosificado juego de palabras, de doble sentido, de la burla incisiva de la que él mismo no se salva; se vale del chiste corrosivo, no socorrido, entiéndase bien. Refiriéndose a sus propias publicaciones, anota: “Vitalísima, esa primera edición aún no se agota”. No falta el insistente sarcasmo : dice: “Me retiré del periodismo. Ahora soy corrector de imprenta (vivo de los errores ajenos). “… hasta cuando escribo sobre Daniel Santos sigo haciendo editoriales”, “Cuando dejé el periodismo, juré decir la verdad…”; “como antes, creo en el socialismo, de modo que soy conservador…”. Uno de sus puntos, en los años sesenta, fue el general Luis Cisneros, más conocido en la política castrense como ”el Gaucho”. Multiplicadas declaraciones hacía el general que Tito un día ya no pudo más: “Por favor dejen hablar al general aunque diga lo que piensa…tantas veces se acuartela en la televisión y amanece en los periódicos, que ya conocemos la rutina general a este general-rutina. (¡Cuádrese, mi general! Y el general se volvio cuadrado, digo yo).” Otro de los platos a la carta, que se le hacía agua en la boca y tinta en el papel, fue el presidente aprista: “Para el doctor García, sus alcaldes y ministros, el tránsito por el poder fue una experiencia enriquecedora…”La social democracia es la izquierda que fue de Marx a menos”. Evoca la entrega a la lucha y el desprendimiento de Alfonso Barrantes: “Como abogado, Barrantes defendió a muchos sindicatos. Por todo esto sufrió pobreza, pasó clandestinidad y fue a la cárcel como a un postgrado de decencia. Vivió y murió pobremente en un país donde los gobernantes suelen estar del lado equivocado de las rejas”.

En suma , el libro Otras Disquisiciones de Víctor Hurtado, deleita y enseña, estimula a escribir bien y a reflexionar mejor, a rociar de poesía las palabras, crea adicción y nos alegra la vida con esa inteligencia solar del humor con que ilumina sus páginas.


Escrito por

Arturo Corcuera

Nació en 1935. Ha publicado, entre otros títulos, Noé delirante ((1963) , Primavera triunfante (1964), Las Sirenas y las estaciones (1976).


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Arturo Corcuera

Nació en 1935. Ha publicado, entre otros títulos, Noé delirante ((1963) , Primavera triunfante (1964), Las Sirenas y las estaciones (1976).